Chemsex, la práctica de grandes maratones de sexo en fiestas privadas, pisos, villas, barcos o saunas, que con una simple aplicación móvil pueden convocar a un gran número de participantes y que se prolongan y se intensifican gracias al uso de múltiples drogas fácilmente disponibles y a buen precio.

En muchos sentidos, chemsex deja al descubierto los complejos que todos experimentamos en relación con encontrar, tener y comprender el sexo, ser cariñoso, conectado y desinhibido en la cama sin autojuicio ni temor de ser juzgado.

El trastorno de deseo sexual moderado por una adicción a drogas sexualizadas lleva como consecuencia unos cambios psicofisiológicos, caracterizados por el ciclo de la respuesta sexual anómala, que producen un intenso sufrimiento y dificultades interpersonales. El problema es claramente dual y requiere una intervención multidisciplinar compleja y de larga duración.

“La droga no es el problema, la droga solo es el intento de resolver el problema”. (Gabor Maté). “Chemsex no es el problema, es un síntoma en la cultura gay, que tratamos de medicar en nuestros dormitorios”. (David Stuart).