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La diversidad afectivo-sexual es un hecho obvio en la sociedad actual que, por tanto, está presente en la consulta del médico de familia que debe conocerla, considerarla y, por supuesto, respetarla.
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Hablar de diversidad afectivo-sexual implica diversidad en cuanto a orientación sexual, identidad sexual, modelos de pareja y prácticas sexuales.
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Existen múltiples barreras que impiden una adecuada atención sanitaria a las personas LGTBI+ que frecuentemente han tenido experiencias negativas en sus contactos con el sistema sanitario. El médico de familia está en una situación de privilegio para identificar situaciones y factores de riesgo de discriminación y acoso para las personas LGTBI+.
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La discriminación y el estigma generan un estrés crónico que frecuentemente producen enfermedad, principalmente problemas de salud mental, conductas de riesgo (infecciones de transmisión sexual, consumo de sustancias) y situaciones de exclusión social.
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Una vez identificadas, el médico de Atención Primaria puede y debe intervenir, por ejemplo, en el despistaje de infecciones de transmisión sexual, proponer intervenciones terapéuticas como la profilaxis postexposición (PEP) y la profilaxis preexposición (PrEP) frente al VIH, derivar a servicios especializados en consumo de sustancias o a organizaciones u entidades de apoyo.
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La principal herramienta para lograr esta atención de calidad a las personas LGTBI+ es un lenguaje respetuoso e inclusivo sobre diversidad afectivo-sexual que genere un encuentro seguro, fiable y cómodo.
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