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Los opioides son valiosos en el manejo del dolor agudo, dolor oncológico y en el final de vida, pero no existe evidencia consistente del beneficio de los opioides a largo plazo en el manejo del dolor persistente no oncológico.
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Los opioides solo deben considerarse en tratamientos cortos o medios del dolor persistente no oncológico cuando otros tratamientos no han sido eficaces y los beneficios pueden superar los riesgos graves como adicción, sobredosis y muerte.
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Se deben conocer las características farmacológicas e indicaciones de los diferentes tipos de opioides para optimizar el tratamiento y ajustar las necesidades del paciente.
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El opioide de primera elección o de referencia es la morfina, ya que es del que se dispone de más estudios.
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Se deben conocer las circunstancias que requieren especial atención en la prescripción de los opioides: ancianos, insuficiencia renal y hepática así como la medicación concomitante.
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Se recomienda evitar la prescripción de analgésicos opioides junto con benzodiacepinas y/o gabapentinoides (pregabalina y gabapentina) por riesgo elevado de depresión respiratoria, sobredosis y mortalidad.
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Se recomienda evitar la prescripción de opioides cuando exista un intervalo QT prolongado por incremento del riesgo de arritmias ventriculares.
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En insuficiencia renal crónica, usar con precaución codeína, tramadol, morfina y oxicodona.
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En insuficiencia renal severa (FG<30ml/min), buprenorfina, fentanilo e hidromorfona se consideran fármacos de primera elección.
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Se recomienda valorar la carga anticolinérgica de la medicación crónica del paciente antes de iniciar tratamiento con un analgésico opioide.
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