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El primer paso en la evaluación de sospecha de alteración hepática es determinar la presencia o ausencia de daño hepático; el segundo paso es decidir si el daño es necrosis celular o colestasis; el tercer paso es identificar la enfermedad particular, y el cuarto, determinar la gravedad.
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A la alteración encontrada se debe asociar una detallada historia clínica y observar el contexto en el que se detecta.
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Para orientar la estrategia que debe seguirse en cada caso son esenciales la magnitud de la alteración, la duración del problema y el patrón bioquímico predominante.
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Las causas más frecuentes de pruebas hepáticas alteradas en atención primaria son la hepatitis vírica, el alcoholismo, la esteatohepatitis no alcohólica y la toxicidad por fármacos.
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En la práctica clínica rutinaria, la tríada historia clínica, examen físico y panel hepático generalmente logra un resultado adecuado desde el punto de vista diagnóstico. Ocasionalmente se requieren exámenes adicionales.
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En ausencia de cualquier sospecha clínica, la combinación de unos resultados normales de ALT, AST, fosfatasa alcalina y bilirrubinas total y directa prácticamente excluyen enfermedad hepática activa; por otro lado, la presencia de cualquier anormalidad en alguna de ellas, por ligera que sea, no excluye la enfermedad hepática.
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La actividad de las aminotransferasas notablemente elevada, mayor de 10 veces los valores de referencia (mayor de 500 UI/l), con valores de fosfatasa alcalina menores de 3 veces los valores de referencia son sugestivos de necrosis celular en la hepatitis viral aguda.
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La fosfatasa alcalina es el mejor indicador de obstrucción biliar, pero no diferencia colestasis intrahepática de extrahepática. En la obstrucción biliar (colestasis) puede observarse aumento de 3 a 10 veces los valores de referencia de fosfatasa alcalina, con aumento de las aminotransferasas menos de 10 veces sus valores de referencia.
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Las determinaciones seriadas de las aminotransferasas revelan la actividad clínica de la enfermedad hepática.
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Albúmina y tiempo de protrombina son pobres indicadores de daño hepático, pero muy útiles para evaluar la gravedad de la enfermedad.
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La coinfección de virus de las hepatitis B y C producen una infección hepática más grave, con mayor probabilidad de desarrollar cirrosis y hepatocarcinoma.
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