El síndrome del intestino irritable es el trastorno funcional digestivo más frecuente. Clínicamente se caracteriza por la presencia de dolor o malestar abdominal y cambios en la consistencia o frecuencia de las deposiciones.
La etiopatogenia del síndrome del intestino irritable es desconocida, pero generalmente se acepta que la dieta tiene un importante papel en su fisiopatología. También se ha encontrado asociación entre síntomas y factores como el estrés o compontes psicológicos.
No existe una dieta específica para pacientes con síndrome del intestino irritable, por lo que es recomendable mantener una dieta equilibrada, sin muchas restricciones, que evite la aparición de déficits de micronutrientes y desnutrición calórico-proteica.
El tratamiento sigue siendo sintomático, y los resultados, moderados. En cuanto a los fármacos utilizados, ninguno es curativo, y a menudo incluso son incapaces de mejorar los síntomas más molestos como la distensión abdominal.
La mayoría de las intervenciones dietéticas van dirigidas a identificar y restringir selectivamente la ingesta de ingredientes alimentarios que potencialmente puedan desencadenar los síntomas intestinales.
Los oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables (FODMAP, por Fermentable Oligosaccharides, Disaccharides, Monosaccharides, And Polyols), las dietas sin gluten y la fibra son las categorías de alimentos más estudiadas.
Una dieta baja en FODMAP y en fibra insoluble reduce los síntomas y mejora la calidad de vida en un alto porcentaje de pacientes, particularmente en aquellos con distensión abdominal.
La cantidad de FODMAP presentes en un alimento varía en función de la variedad, el clima, la estación del año de su cultivo o el método de cocinado.
Hasta la mitad de los pacientes con síndrome del intestino irritable mejoran su sintomatología con una dieta libre de gluten, pero no hay predictores definidos de qué pacientes responderán a esta dieta.
Actualmente no hay suficiente evidencia para poder hacer recomendaciones generales sobre toma de prebióticos o probióticos a los pacientes con síndrome del intestino irritable, aunque podría ser una forma de mejorar la tolerancia a los FODMAP.
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