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La Organización Mundial de la Salud estableció en 2019 que la reticencia vacunal era uno de los diez principales problemas de salud del mundo al poner en peligro el repunte de enfermedades inmunoprevenibles.
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Se considera que es debida a múltiples causas/determinantes y por ello su abordaje debe de ser multidisciplinar.
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Todo programa de vacunación debería incluir un plan para medir y afrontar la reticencia.
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Los profesionales sanitarios son una de las más importantes fuentes de información para los pacientes y su opinión es considerada muy confiable e influyente en sus decisiones respecto a la vacunación.
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Es imprescindible que los profesionales sanitarios reciban formación científica en el ámbito de la vacunación.
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Además, todos los sanitarios deberían estar formados ya desde la etapa de pregrado en técnicas de comunicación.
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Ante pacientes muy reticentes se puede “negociar” un calendario de mínimos; es mejor estar parcialmente vacunado que sin ninguna vacuna.
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Debemos ofrecer herramientas de información y recursos digitales veraces y científicos. En las redes abunda más el “ruido” mediático y sensacionalista que la información rigurosa.
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Nuestros mensajes deben tener un lenguaje claro y sencillo, asequible para toda la población.
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Debemos aprovechar cualquier contacto/oportunidad con el paciente para informar y actualizar su calendario vacunal.
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